Comentario
Se suele utilizar el término chicano para referirse a los mexicano-americanos. En origen, designaba a los habitantes hispanos oriundos de los territorios estadounidenses que pertenecieron anteriormente a México -Texas, Nuevo México, Arizona, Nevada, California, etc.- pero actualmente engloba a cualquier ciudadano estadounidense de origen mexicano. El término latino sirve para designar a los estadounidenses de diversas etnias, con algún antepasado u origen español o latinoamericano; remite a una realidad idiomática: son latinos o hispanos los nacidos en América que hablan español o portugués. En Estados Unidos es sinónimo de hispano (Hispanic) por diferencia al concepto anglo. En América Latina se emplea el término "latino" antes que "hispano" como una manera de asumir la cultura española pero no la dominación colonial. En todo caso, en el contexto social de Estados Unidos "latino" e "hispano" son una realidad por contraposición a los WASP: blanco anglosajón protestante. La minoría afroamericana se define por la piel; la minoría hispana por la lengua. Estados Unidos tiene la cuarta población de hispanos de toda América, sólo por debajo de México, Colombia y Argentina. Es como un país dentro de otro. Una población que sobrevive con sus hábitos, costumbres; con sus creencias religiosas, con su historia, su folklore, su música, pero sobretodo con su lengua. Las estadísticas demuestran que en los hogares de hispanos prefieren hablar en español, que es realmente donde se inicia el aprendizaje de un idioma, y con él toda una cultura.
José Enrique Rodó, escritor uruguayo, publicó su ensayo Ariel en 1900. Dedicado a la juventud de América, tuvo una gran repercusión en toda la América hispánica, con su visión de los Estados Unidos como imperio de la materia o reino de Calibán, donde el utilitarismo se habría impuesto a los valores espirituales y morales, y su preferencia por la tradición grecolatina de la cultura iberoamericana. La idiosincrasia hispana se caracteriza así por los valores humanistas e idealistas frente a la fuerza, la energía, la eficacia, la técnica y la prosperidad. Según José Miguel Odero, tres son los factores que explican la fuerte identidad de los hispanos: el sentido de la familia, la fiesta y la religión. La piedra angular es la familia extensa, hasta cuatro generaciones; la raigambre católica -no siempre supone la práctica- un cierto culto al pasado, a unas culturas milenarias, frente al anglo visto como nuevo rico, individualista y "sólo" material. En el mundo hispanic las relaciones con el exterior se filtran a través de redes familiares y de amigos; el Compadrazgo -son compadres el padre y el padrino de Bautismo- sigue siendo una institución social importante y la solidaridad entre hispanos también. Pensando en la jubilación, aspiran a no tener que vender la casa de la familia por cuestiones financieras; así como a mantener un nivel que les capacite para ayudar y cuidar a los hijos y los nietos.
Otro valor cultural heredado por los hispanos es que la mujer debe ser protegida por el hombre, si bien el Movimiento Chicano en los años 60 y 70, la lucha de los hispanos por los derechos civiles y la influencia del feminismo han erosionado esta idea. Algunas activas defensoras de estas ideas fueron Amalia Mesa-Bains, Patssi Valdez, Judith Francesca Baca o Sandra Contreras Barraza quienes reivindican desde el Arte un perfil para la mujer chicana, inspirando sus obras en las culturas aborígenes y el muralismo revolucionario, además de la técnica performance. En la defensa y la lucha por los derechos civiles en todos los ámbitos destacan algunas "luchadoras tempranas" como Josefina Bright en los años 30-40 reclamando el acceso a la atención sanitaria y María López de Hernández, entre los 30 y los 70; en este contexto histórico surge el asociacionismo como estrategia; así Ester Machuca, y La pintora y activista Alicia Montemayor de Dickerson desde LULAC o Vilma Martínez desde MALDEF cohesionan esfuerzos antes aislados. Elena Herrada cuyos abuelos llegaron a trabajar a Detroit en condiciones durísimas ha heredado el activismo como profesión. Emma Lozano saltó a la palestra activista en los 80, durante el conservadurismo de Reagan, mientras la polifacética Elizabeth Martínez Sutherland muestra a través de su carrera como escritora el paralelismo entre la cultura hispana y el compromiso activo por los derechos de una "gran minoría". Por último Martha Cotera representa el mundo chicano y Carmen Ahorro el boricua en New York.
Respecto a las mujeres hispanas en el mundo anglo, según el Censo de Estados Unidos, representan el segmento de más rápido crecimiento de propietarios de pequeñas empresas, lo que demuestra el creciente poder e influencia de las latinas más allá de su inicial -e importante- ámbito doméstico: se preocupan por la educación, por el bienestar social, trabajan en una amplísima gama de ocupaciones y cuidan a sus familias; cumplen todos los papeles. Toman decisiones financieras o participan en ellas de igual manera con sus pares masculinos, en el 72 % de los casos. Según el Censo del 2002, en Estados Unidos existen 540.909 empresas de mujeres latinas, y otros 111,287 negocios compartidos. Entre 1997 y el 2006, el número de empresas con propiedad mayoritaria (51% o más) de una mujer hispana o latina ha incrementado un 121.3 por ciento, según el Center for Women's Business Research.